martes, 11 de noviembre de 2014

APRENDIZAJE Y MADURACIÓN (resumen)

APRENDIZAJE Y MADURACIÓN

Aprendizaje es un desarrollo o cambio en la conducta que se da durante toda la vida, desde que nacemos hasta que morimos. El aprendizaje es también un conocimiento o habilidad que se adquiere con la práctica y las experiencias vividas, las cuales se van dando por medio de la interacción con el ambiente, el entorno y los demás de esa manera, son guardadas en nuestra memoria, estas se van quedando almacenadas como recuerdos que nos conducen a actuar frente a determinada situación, así nos protegemos del peligro. El aprendizaje influye en el desarrollo emocional, afectivo, social, psicológico, ya que es a través de él que las personas adquieren los conocimientos necesarios para abrirse camino en el mundo En la medida que el niño se relacione con otros aumentará en gran medida su aprendizaje y por ende su desarrollo, podemos alcanzar los medios para obtener satisfacción. Aprender es esencial para la vida, para sobrevivir, porque la naturaleza nos forza a hacerlo.
Aprendizaje es el proceso de formación de circuitos nerviosos relativamente permanentes a través de la actividad simultánea de los elementos del circuito que va a establecerse; tal actividad se refiere a un cambio en la naturaleza de las estructuras de la célula, a través del crecimiento, de tal manera que se facilite la activación del circuito entero cuando un elemento componente es excitado o activado". (Bugelski, 1956)
La maduración y el desarrollo son dos procesos que se ven relacionados directamente con la edad cronológica del ser humano, se logran por medio de la capacidad de ser competente en el ambiente en el cual se desenvuelven.


MADURACIÓN: Es espontanea, determina la capacidad de aprendizaje, es el conjunto de procesos de crecimiento físico que posibilitan el desarrollo de una conducta específica

TIPOS DE MADURACIÓN
Motriz: Referido a maduración física (huesos, músculos, glándulas, etc.)
 Emocional: Referido a actitudes que demuestran superar el infantilismo
Cognitiva o mental: Es la condición óptima para iniciar el proceso de aprendizaje
El APRENDIZAJE, como resultado de los procesos de MADURACIÓN de las capacidades innatas, conduce al desarrollo psicológico pleno, de todas las funciones, siendo posible adiestrar la memoria, la atención, la voluntad, la capacidad de razonar, de manera que rindan el máximo de sus posibilidades, en las distintas personas.
Mientras los niños exploran el mundo a través de sus sentidos y movimientos, imágenes mentales o representaciones del mundo,  se construyen en su cerebro a través de la repetición de experiencias. Estas incluyen ideas, sobre cómo su rostro tiene parecido con otros, cómo se mueven los objetos, y cómo el sistema de sonidos de su propio idioma es diferente al de otros.
Destaca Piaget, que para que el alumno aprenda, requiere de un estado de desequilibrio, que le sirve de motivación para aprender y que el aprendizaje no es acumulación de elementos nuevos sino, que se establecen conexiones a partir de los conocimientos que ya se tienen. Aprender, entonces significa, adquirir en forma permanente al menos duradera, modos de respuesta nuevos, como resultado de la experiencia, donde un ambiente rico y estimulante  es determinante en el desarrollo de los niños
 RELACIÓN MADURACIÓN - APRENDIZAJE
·         La maduración es condición necesaria, pero no suficiente del desarrollo, hace falta aprendizaje.
·         La estructura genética de la especie y del individuo pone límites al desarrollo, pero en el ser humano son bastante elásticos.
·         El ejercicio prematuro no acelera la maduración.
·         La excesiva enseñanza precoz puede perturbar el desarrollo precoz (metas inalcanzables).
·         El aprendizaje puede influir en el desarrollo de forma limitada, pero más de lo que se suele creer.

Entre la juventud, situada hacia los veinticinco años y la vejez, iniciada hacía los cincuenta y cinco o sesenta, se sitúa la segunda etapa de la vida del ser humano, la madurez. Por supuesto, que tales limitaciones marcadas por la edad son sumamente imprecisas y tan sólo tienen carácter de orientativo. La diversidad biológica y sociocultural del hombre hace imposible tipificar con acierto y en el tiempo exacto la duración y localización de sus fases de desarrollo.
Se considera que aparece la madurez cuando la conducta del individuo experimenta un cambio sustancial. Ya no se necesita ser impuesta por un aprendizaje o un educador. En la madurez predomina la intuición y las normas de actuación surgen espontáneamente de forma natural.
Es preciso distinguir aprendizaje de maduración. En el aprendizaje, la conducta también sufre un cambio, pero este cambio es fruto de la experiencia adquirida. Sin embargo, en la maduración no es precisa la experiencia; digamos que es un proceso que se mantiene larvado hasta que llega el momento adecuado para que haga su aparición.
No obstante, en el hombre aprendizaje y maduración son complementarios y ambos se alimentan entre sí en su preciso momento.
Parece demostrado, mediante serios estudios y experimentos psicológicos y biológicos, que el aprendizaje consolida la madurez cuando ya está instaurada, pero no la acelera ni la adelanta. De igual modo se ha estudiado la conducta humana. Así, por ejemplo, niños adiestrados en una determinada labor prematura para su edad no adquirían mejor rendimiento futuro que otros que la aprendían a su debido tiempo.
Por todo esto, la pedagogía actual desaconseja forzar el aprendizaje del niño antes de la edad oportuna. Se considera una tarea poco útil y estresante para el niño, por lo que tal vez sería más perjudicial que beneficiosa.
Eso sí, una vez instaurada la maduración, el aprendizaje posterior puede modularla y, sobre todo, enriquecerla, dotándola de gran solidez. La forma de pensar se hace más personal y particular, elaborándose una ideología y unos criterios originales y propios que ya no tienen por qué coincidir necesariamente con los de la mayoría. De esta forma se consolida la conciencia social, definiéndose el sentimiento de integración o de marginación con respecto al grupo.

Maduración y experiencia
Las experiencias previas influyen notablemente en la maduración de la personalidad, ya que contribuyen a poner a la persona en contacto con la realidad a la vez que exigen que se decida por formas de comportamiento. 


                 
La experiencia es una fuente de aprendizaje psicológico que se guarda en la memoria («memoria experiencial»), siendo de gran utilidad cuando se plantean nuevas dificultades. En este sentido hay que destacar que una sobre protección de los padres hacia el niño puede retrasar la maduración de su personalidad. Los niños excesivamente protegidos carecen de criterios propios en relación a su edad, ya que adoptan directamente los de sus padres, que toman las decisiones por ellos a fin de evitarles el mayor número posible de peligros, problemas o fracasos.

Estas actitudes de sobre protección favorecen la inmadurez, ya que al llegar a la edad adulta esos niños carecen de suficiente capacidad de decisión al no haberse ido acostumbrando poco a poco a enfrentarse a las dificultades decidiendo por sí mismos, con lo que se encuentran inseguros, sin saber qué hacer, frente a las situaciones nuevas que se les plantean, reclamando continuamente el asesoramiento de los demás.

Por otro lado, la falta de experiencias anteriores hacen que no se hayan acostumbrado suficientemente a sufrir ciertos fracasos, lo que les hace muy vulnerables a las frustraciones, al tiempo que carecen de un aprendizaje previo que les facilitaría la orientación necesaria para resolver el problema, o de pautas de actuación relativas a los resultados que, comportándose de uno u otro modo, obtuvieron en situaciones anteriores más o menos similares. Por tanto, el niño debe acercarse paulatinamente al papel que tendrá que asumir tras la adolescencia, aprendiendo a decidir por sí mismo de un modo progresivo y a elaborar las consecuencias de sus equivocaciones, a la vez que adquiere poco a poco mayor independencia y autonomía, con lo que se favorece el adecuado desarrollo de su personalidad.

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