APRENDIZAJE Y MADURACIÓN
Aprendizaje es un desarrollo
o cambio en la conducta que se da durante toda la vida, desde que nacemos hasta
que morimos. El aprendizaje es también un conocimiento o habilidad que se adquiere
con la práctica y las experiencias vividas, las cuales se van dando por medio
de la interacción con el ambiente, el entorno y los demás de esa manera, son
guardadas en nuestra memoria, estas se van quedando almacenadas como recuerdos
que nos conducen a actuar frente a determinada situación, así nos protegemos
del peligro. El aprendizaje influye en el desarrollo emocional, afectivo, social,
psicológico, ya que es a través de él que las personas adquieren los
conocimientos necesarios para abrirse camino en el mundo En la medida que el niño se relacione
con otros aumentará en gran medida su aprendizaje y por ende su desarrollo,
podemos alcanzar los medios para obtener satisfacción. Aprender es esencial para
la vida, para
sobrevivir, porque la naturaleza nos forza a hacerlo.
Aprendizaje es el proceso de
formación de circuitos nerviosos relativamente permanentes a través de la actividad
simultánea de los elementos del circuito que va a establecerse; tal actividad
se refiere a un cambio en la naturaleza de las estructuras de la célula, a través del crecimiento, de tal manera que se facilite la
activación del circuito entero cuando un elemento componente es excitado o
activado". (Bugelski, 1956)
La maduración y el desarrollo son dos procesos que se ven relacionados directamente con la edad cronológica del ser humano, se logran por medio de la capacidad de ser competente en el ambiente en el cual se desenvuelven.
La maduración y el desarrollo son dos procesos que se ven relacionados directamente con la edad cronológica del ser humano, se logran por medio de la capacidad de ser competente en el ambiente en el cual se desenvuelven.
MADURACIÓN: Es espontanea, determina la capacidad de
aprendizaje, es el conjunto de procesos de crecimiento físico que posibilitan
el desarrollo de una conducta específica
TIPOS DE MADURACIÓN
Motriz: Referido a maduración física (huesos,
músculos, glándulas, etc.)
Emocional:
Referido a actitudes que demuestran superar el infantilismo
Cognitiva o mental: Es la condición óptima
para iniciar el proceso de aprendizaje
El APRENDIZAJE, como resultado de los
procesos de MADURACIÓN de las capacidades innatas, conduce al desarrollo
psicológico pleno, de todas las funciones, siendo posible adiestrar la memoria,
la atención, la voluntad, la capacidad de razonar, de manera que rindan el
máximo de sus posibilidades, en las distintas personas.
Mientras los niños exploran el mundo a través
de sus sentidos y movimientos, imágenes mentales o representaciones del
mundo, se construyen en su cerebro a través de la repetición de
experiencias. Estas incluyen ideas, sobre cómo su rostro tiene parecido con
otros, cómo se mueven los objetos, y cómo el sistema de sonidos de su propio
idioma es diferente al de otros.
Destaca Piaget, que para que el alumno
aprenda, requiere de un estado de desequilibrio, que le sirve de motivación
para aprender y que el aprendizaje no es acumulación de elementos nuevos sino,
que se establecen conexiones a partir de los conocimientos que ya se
tienen. Aprender, entonces significa, adquirir en forma permanente al
menos duradera, modos de respuesta nuevos,
como resultado de la
experiencia, donde un ambiente rico y estimulante es determinante en
el desarrollo de los niños
RELACIÓN
MADURACIÓN - APRENDIZAJE
·
La maduración es condición necesaria, pero no
suficiente del desarrollo, hace falta aprendizaje.
·
La estructura genética de la especie y del
individuo pone límites al desarrollo, pero en el ser humano son bastante
elásticos.
·
El ejercicio prematuro no acelera la
maduración.
·
La excesiva enseñanza precoz puede perturbar
el desarrollo precoz (metas inalcanzables).
·
El aprendizaje puede influir en el desarrollo
de forma limitada, pero más de lo que se suele creer.
Entre la juventud, situada hacia los veinticinco
años y la vejez, iniciada hacía los cincuenta y cinco o sesenta, se sitúa la
segunda etapa de la vida del ser humano, la madurez. Por supuesto, que tales
limitaciones marcadas por la edad son sumamente imprecisas y tan sólo tienen
carácter de orientativo. La diversidad biológica y sociocultural del hombre
hace imposible tipificar
con acierto y en el tiempo exacto la duración y localización de sus fases de
desarrollo.
Se
considera que aparece la madurez cuando la conducta del individuo experimenta
un cambio sustancial. Ya no se necesita ser impuesta por un aprendizaje o un
educador. En la madurez predomina la intuición y las normas de actuación surgen
espontáneamente de forma natural.
Es
preciso distinguir aprendizaje de maduración. En el aprendizaje, la conducta
también sufre un cambio, pero este cambio es fruto de la experiencia adquirida.
Sin embargo, en la maduración no es precisa la experiencia; digamos que es un
proceso que se mantiene larvado hasta que llega el momento adecuado para que
haga su aparición.
No
obstante, en el hombre aprendizaje y maduración son complementarios y ambos se
alimentan entre sí en su preciso momento.
Parece
demostrado, mediante serios estudios y experimentos psicológicos y biológicos,
que el aprendizaje consolida la madurez cuando ya está instaurada, pero no la
acelera ni la adelanta. De igual modo se ha estudiado la conducta humana. Así,
por ejemplo, niños adiestrados en una determinada labor prematura para su edad
no adquirían mejor rendimiento futuro que otros que la aprendían a su debido
tiempo.
Por
todo esto, la pedagogía actual desaconseja forzar el aprendizaje del niño antes
de la edad oportuna. Se considera una tarea poco útil y estresante para el
niño, por lo que tal vez sería más perjudicial que beneficiosa.
Eso
sí, una vez instaurada la maduración, el aprendizaje posterior puede modularla
y, sobre todo, enriquecerla, dotándola de gran solidez. La forma de pensar se
hace más personal y particular, elaborándose una ideología y unos criterios
originales y propios que ya no tienen por qué coincidir necesariamente con los
de la mayoría. De esta forma se consolida la conciencia social, definiéndose el
sentimiento de integración o de marginación con respecto al grupo.
Maduración
y experiencia
Las
experiencias previas influyen notablemente en la maduración de la personalidad,
ya que contribuyen a poner a la persona en contacto con la realidad a la vez
que exigen que se decida por formas de comportamiento.
La
experiencia es una fuente de aprendizaje psicológico que se guarda en la
memoria («memoria experiencial»), siendo de gran utilidad cuando se plantean
nuevas dificultades. En este sentido hay que destacar que una sobre protección de los padres hacia el niño puede retrasar la maduración de su personalidad.
Los niños excesivamente protegidos carecen de criterios propios en relación a
su edad, ya que adoptan directamente los de sus padres, que toman las
decisiones por ellos a fin de evitarles el mayor número posible de peligros,
problemas o fracasos.
Estas
actitudes de sobre protección favorecen la inmadurez, ya que al llegar a la edad
adulta esos niños carecen de suficiente capacidad de decisión al no haberse ido
acostumbrando poco a poco a enfrentarse a las dificultades decidiendo por sí
mismos, con lo que se encuentran inseguros, sin saber qué hacer, frente a las
situaciones nuevas que se les plantean, reclamando continuamente el
asesoramiento de los demás.
Por
otro lado, la falta de experiencias anteriores hacen que no se hayan
acostumbrado suficientemente a sufrir ciertos fracasos, lo que les hace muy
vulnerables a las frustraciones, al tiempo que carecen de un aprendizaje previo
que les facilitaría la orientación necesaria para resolver el problema, o de
pautas de actuación relativas a los resultados que, comportándose de uno u otro
modo, obtuvieron en situaciones anteriores más o menos similares. Por tanto, el
niño debe acercarse paulatinamente al papel que tendrá que asumir tras la
adolescencia, aprendiendo a decidir por sí mismo de un modo progresivo y a
elaborar las consecuencias de sus equivocaciones, a la vez que adquiere poco a
poco mayor independencia y autonomía, con lo que se favorece el adecuado
desarrollo de su personalidad.
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